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it-eso-stephen-king

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Dio una profunda calada a su cigarrillo y loapagó.—En mi humilde opinión, la dama elevademasiadas protestas –observó Richie.Ella giró rápidamente en el asiento y le clavóuna mirada dura, algo ruborizada.—¿Qué quieres decir, Richie Tozier?—¡No me pegue, s.or<strong>it</strong>a Sca.lett! –exclamóRichie con su aguda y temblorosa voz de negr<strong>it</strong>o.Y en ese momento Bill vio, con fantasmagóricaclaridad, al niño que conociera; no era sólo unapresencia sust<strong>it</strong>uida, que acechara bajo el exterioradulto de Rich, sino una criatura casi más real queel hombre mismo.—¡No me pegue! Deje que le traiga otro jarabede menta, s.or<strong>it</strong>a Sca.lett, pu.e que lo beba en elpo.che, que está un poqu<strong>it</strong>o más fresco. ¡No azote aeste pobre negr<strong>it</strong>o!—Eres incorregible, Richie –dijo Beverlyfríamente–. ¿Por qué no maduras?Richie la miró; su sonrisa se desvanecíalentamente en la incertidumbre.—Hasta que volví a esta ciudad, creía haberlohecho –dijo.Tú, Rich –continuó Mike–, quizá eres eldiscjockey más cotizado del país. Tienes a LosAngeles en la palma de la mano. Además, cuentascon dos programas de difusión nacional, uno de los879

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