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it-eso-stephen-king

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no de estar caminando por un túnel, sino deavanzar por un t<strong>it</strong>ánico patio subterráneo que dabaacc<strong>eso</strong> a algún castillo ciclópeo. La luz de lasparedes se había convertido en un fuego amarilloverdoso. El olor era más fuerte y todos comenzarona captar una vibración que podía ser real o existirsólo en la mente. Era incesante y rítmica. Era ellatido de un corazón.—¡Termina allí delante! –exclamó Beverly.¡Mirad! ¡Hay una pared lisa!Pero al acercarse, ya como hormigas en esagran extensión de sucios y enormes bloques depiedra, notaron que la pared no era completamentelisa. En ella había una puerta. Y aunque la pared seelevaba metros y metros hacia arriba, la puerta eramuy pequeña. No llegaba a medir un metro, comolas que se ven en los cuentos de hadas. Estabahecha de fuertes tablas de roble ligadas con bandasde hierro en forma de X. Todos comprendieron queera una puerta hecha sólo para niños.Dentro de su cerebro, Ben oyó a la bibliotecariaque leía a los más pequeños: "¿Quién camina, trip–trap, sobre mi puente?" Los chicos inclinados, conla eterna fascinación centelleándoles en los ojos:¿sería derrotado el monstruo... o se los comería?En la puerta había una marca; acumulados alpie, un montón de hu<strong>eso</strong>s. Hu<strong>eso</strong>s pequeños.Hu<strong>eso</strong>s de a saber cuántos niños.Habían llegado a la morada de "Eso".1788

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