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it-eso-stephen-king

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que con esas lágrimas tardías habíamos acabado deenterrarlo. Pero ¿quién sabe cuánto tiempo puededurar el luto? Es posible que treinta o cuarentaaños tras la muerte de un hijo, un hermano, unodespierte a medias, pensando en esa persona con lamisma sensación de vacío, de s<strong>it</strong>ios que tal vez nose llenen nunca... quizá ni siquiera en la muerte.Abandonó el ejérc<strong>it</strong>o en 1937, con una pensiónpor incapacidad. Por entonces, el ejérc<strong>it</strong>o de mipadre se había vuelto más guerrero; según me dijouna vez, cualquiera que tuviera dos dedos de frentese daba cuenta de que, muy pronto, los cañonesvolverían a dejarse oír. En el ínterin, él habíaascendido a sargento; perdió la mayor parte del pieizquierdo cuando un nuevo recluta, asustado,retiró el seguro a una granada de mano y la dejócaer, en vez de arrojarla. El artefacto rodó hasta mipadre y estalló con un ruido que, según él, sonócomo una tos en medio de la noche.Gran parte de los armamentos con que seentrenaban los soldados en aquellos tiempos erandefectuosos, cuando no habían pasado tantotiempo en depós<strong>it</strong>os que estaban casi inutilizables.Las balas no se disparaban y los fusiles solíanestallarte en las manos. La armada tenía torpedosque hab<strong>it</strong>ualmente no iban a donde se losapuntaba y, cuando lo hacían, no estallaban. Lafuerza aérea utilizaba aviones cuyas alas sedesprendían si aterrizaban con demasiada dureza;he leído que en 1939, en Pensacola, un oficial de768

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