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it-eso-stephen-king

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inhalador contra la garganta y el pecho le dio unasacudida. Volvió a accionar el aparato otra vez y sereclinó en el asiento con los ojos entornados,jadeando.—Ya pasará –jadeó–. Dadme un minuto yestaré con vosotros.—¿Estás seguro, Eddie? –preguntó Beverly–.Quizá te convendría acostarte...—Ya pasará –rep<strong>it</strong>ió él–. Fue sólo... laimpresión.Ya me comprendéis. La impresión. Me habíaolvidado completamente de Neibolt Street.Nadie contestó. No hacía falta. Bill pensaba:"Uno cree haber llegado al lím<strong>it</strong>e de su capacidad yentonces Mike saca a relucir otro nombre y otro,como un brujo negro con el sombrero lleno detrucos malignos y uno cae otra vez de culo."Era demasiado para que pudieran asumirlotodo de una vez, ese relato de inexplicableviolencia, dirigida directamente, de algún modo, alas seis personas allí reunidas. Al menos <strong>eso</strong>sugería la foto de George.—A John Feury le faltaban ambas piernas –prosiguió Mike, suavemente–, pero el forense diceque se las arrancaron después de morir. Le falló elcorazón. Parece haber muerto de miedo,l<strong>it</strong>eralmente. Lo encontró el cartero, que vioasomar una mano por debajo del porche...870

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