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it-eso-stephen-king

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de lavar (cagarrutas de fantasma, los llamaba supadre), motas de polvo bailando en los cálidosrayos de sol que entraban por la sucia ventana, yrevistas viejas con las cubiertas rotas. Eran todascosas normales. Bon<strong>it</strong>as, normales y aburridas.Pero tenía miedo. Tenía muchísimo miedo. Porquesentía que <strong>eso</strong>s relatos no eran invenciones, que<strong>eso</strong>s monstruos no eran inventados: la momia deBen, el leproso de Eddie... Cualquiera de ellos oambos podían salir por la noche, tras la puesta delsol. O el hermano de Bill Denbrough, manco eimplacable, navegando por las negras cloacas de laciudad con monedas de plata en vez de ojos.Sin embargo, como Stan no respondíainmediatamente, insistió:—¿Qué fue? Stan comenzó con cuidado:—Estaba en ese pequeño parque, donde está latorre depós<strong>it</strong>o...—Oh, Dios, no me gusta ese lugar –dijo Eddielúgubremente–. Si hay en Derry un lugar mald<strong>it</strong>o,es ése.—¿Qué? –exclamó Stan, ásperamente–. ¿Quédijiste?—¿No sabes lo que pasaba allí? –se extrañóEddie–. Mi madre no me dejaba acercar aun antesde que empezaran los asesinatos de chicos. Ella...me cuida mucho. –Les ofreció una sonrisa716

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