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it-eso-stephen-king

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Es su voz lo que recuerdo, la voz de mi padre,baja y lenta, sus risas entre dientes y sus carcajadasfrancas. Hace una pausa para encender la pipa osonarse la nariz; a veces va en busca de una lata decerveza a la nevera. Esa voz, que para mí de algúnmodo es la voz de todas las voces, la voz de todoslos años, la voz última de este lugar: la que no estáen las entrevistas de Ives ni en ninguna de laspobres historias de este lugar... ni en mis propiascintas grabadas.La voz de mi padre.Ahora son las diez; la biblioteca cerró hace unahora; fuera se está iniciando una buena ventisca.Oigo que diminutos espéculos de aguanievegolpean las ventanas y el corredor acristalado quelleva a la biblioteca infantil. También oigo otrosruidos: crujidos y suaves choques sigilosos fueradel círculo luminoso donde me he sentado,escribiendo en las hojas amarillas de un bloc. Sóloruidos de un viejo edificio que se asienta, me digo...pero no sé. No sé si fuera, en algún lugar de estatormenta, hay un payaso vendiendo globos en lanoche.Bueno... no importa. Creo que por fin me heabierto paso hasta el relato final de mi padre. Se loescuché, en el hosp<strong>it</strong>al, seis semanas antes de quemuriera.Yo iba a vis<strong>it</strong>arlo con mi madre todas las tardes,al salir de la escuela, y otra vez al anochecer, solo.775

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