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it-eso-stephen-king

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por recibir un poco de sol, sino terrenos áridos ydesiertos que se extendían interminablemente.Barrens. Mike había dicho que todos ellos eranyermos, y parecía cierto. Ni un sólo niño, entre lossiete. Aun con la moda de la planificación familiar,resultaba un desafío a la ley de las probabilidades.Dejó vagar los ojos a través del ruinoso campoen forma de diamante oyendo el ruido lejano de loscoches de Kansas Street, el ruido lejano del aguacorriendo y goteando allá abajo. Podía verla brillaren el sol de primavera como destellos de cristal.Los troncos de bambú aún estaban allí, en mediodel verde. Más allá, en los terrenos cenagosos quebordeaban el Kenduskeag, había, supuestamente,arena movediza."Allá abajo, en ese revoltijo, pasé los días másfelices de mi niñez, pensó, estremecido.Estaba por gr<strong>it</strong>ar sobre sus talones cuando algole llamó la atención: un cilindro de cemento conuna pesada tapa de acero. Agujeros Morlock losllamaba Ben, riendo con la boca pero no con losojos. Llegaban casi a la cintura (si uno era niño) yen la tapa se leía "Dpto. De Obras Publicas deDerry", en relieve metálico, formando unsemicírculo. Y muy adentro se oía un zumbido.Algún tipo de maquinaria."Agujeros Morlock. Allí fuimos. A finales deagosto. Entramos por uno de <strong>eso</strong>s agujerosMorlock, como les decía Ben, en las cloacas, pero al959

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