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los pantalones. Si no paras, me vas a ma... matar.—Pero no quiero ser negro –dijo Richie–. ¿Aquién le gusta ponerse pantalones rosa, vivir enBoston y comprar "pizza" en porciones? Yo quieroser judío, como Stan. Quiero tener una casa deempeños para vender navajas y gu<strong>it</strong>arras usadas.Ben y Mike aullaron de risa. Sus carcajadasr<strong>eso</strong>naron en la garganta verde y selvática querecibía el nombre de Barrens, haciendo que lospájaros alzasen vuelo y que las ardillas quedasenmomentáneamente petrificadas en las ramas. Eraun sonido joven, penetrante, vivo, v<strong>it</strong>al,espontáneo y libre. Casi todos los seres vivos, alalcance de ese sonido, reaccionaron de algúnmodo, pero lo que había salido de un anchodesagüe de cemento hacia el Kenduskeag no eraalgo vivo. La tarde anterior había estallado unasúb<strong>it</strong>a y violenta tormenta eléctrica sin que lafutura sede del club se viese muy afectada, pues,una vez iniciadas las excavaciones, Ben cubría elagujero con un trozo de tela alqu<strong>it</strong>ranada queEddie escamoteó de la tienda de Wally; olía apintura, pero servía. Por dos o tres horas, losdesagües de Derry se habían llenado de torrentosasaguas. Y ese torrente había empujado esedesagradable equipaje a la luz del sol para que lohallasen las moscas.Era el cadáver de un niño de nueve años,llamado Jimmy Cullum. Exceptuando la nariz, le1239

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