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it-eso-stephen-king

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donde sale la leche, ¿no?El señor Keene se echó a reír y se meció en lasilla.—Pues, no –dijo, y Eddie se ruborizó. Ya sentíaque el silbido se iba filtrando en su respiración–.Un placebo...Lo interrumpieron dos golpec<strong>it</strong>os a la puerta.Ruby entró sin esperar autorización, con unaanticuada copa de helado en cada mano.—El de chocolate es para ti –dijo a Eddie conuna amplia sonrisa.Él se la devolvió lo mejor que pudo, pero suinterés por los batidos de chocolate estaba en elpunto más bajo de toda su vida. Se sentía asustado,con un susto a un tiempo vago y especifico. Así seasustaba cuando estaba sentado en la camilla deldoctor Handor, en calzoncillos, esperando a que elmédico entrara y sabiendo que su madre leía en lasala de espera ("El poder del pensamientopos<strong>it</strong>ivo", de Peale, o "Medicina popular", deldoctor Vermont). Desprovisto de sus ropas,indefenso, él se sentía atrapado entre los dos.Sorbió un poco del batido, mientras Ruby salía.Apenas sintió el sabor.El señor Keene esperó a que se cerrase lapuerta y volvió a esbozar su sonrisa radiante.—Tranquilizate, Eddie, que no voy a morderte.Ni a hacerte daño.1327

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