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it-eso-stephen-king

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—A tu madre no le parecería correcto, Eddie –observó Richie, melancólico. Empezó a lamer másrápido. Acababa de alcanzar la parte de chocolatedel centro, su parte favor<strong>it</strong>a–. ¡Por las barbas deJack, chaval! Vaya, vaya... puedes pillar algunaenfermedad si pones la boca donde la ha puestootra persona.—Me arriesgaré –decidió Eddie.Richie, de mala gana, acercó su helado a la bocade Eddie... y lo retiró en cuanto el chico hubo dadoun par de ávidas lametadas.—Te doy el resto del mío, si quieres –ofrecióStan–. Todavía tengo el almuerzo en el estómago.—Los judíos no comen mucho –dictaminóRichie–. Es parte de su religión.Los tres iban caminando como buenos amigoshacia Kansas Street y Los Barrens. Derry parecíaperdida en una profunda somnolencia de tardecalurosa. Casi todas las casas tenían las persianasbajas. Había juguetes abandonados en los jardines,como si sus propietarios hubieran sido llamadosapresuradamente o puestos a dormir la siesta. Porel oeste retumbaban truenos.—¿Es cierto? –preguntó Eddie a Stan.—No. Richie te está tomando el pelo –dijo elchico–. Los judíos comemos tanto comocualquiera.—Señaló a Richie–. Como él.1660

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