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it-eso-stephen-king

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los pelos. Los muy hijos de puta querían tirarloabajo.—¿Para hacer otro banco? –preguntó Bill.Una parte de él descubría, divertida, que la otraparte se horrorizaba ante la idea. No podía creerque nadie en su sano juicio quisiera derribar esamajestuosa cúpula, con su centelleante araña decristal, sus curvas escalinatas y su elefantiásicotelón que no se lim<strong>it</strong>aba a abrirse cuandoempezaba el espectáculo, sino que se elevaba enmágicos pliegues, pinzas y drapeados, todoiluminado desde abajo en tonos de rojo, azul,amarillo y verde, mientras las poleas, arriba,gruñían y repiqueteaban. "El Aladdin noexclamabaesa horrorizada parte de él–. ¿Cómo pudieronsiquiera pensar en derribar el Aladdin para hacerun banco?"—Claro, un banco –dijo el taxista–. Haacertado, señor. Era el Mercantil de Penobscot elque le había echado el ojo, los muy bastardos(perdone mi lengua, si es religioso) querían tirarloabajo y hacer una "galería bancaria", como decíanellos. Ya tenían todos los papeles tram<strong>it</strong>ados y elAladdin estaba clausurado. Entonces un grupo degente formó un com<strong>it</strong>é, toda gente que vivía aquídesde hacía mucho, y presentaron peticiones,hicieron manifestaciones y gr<strong>it</strong>aron hasta que hubouna asamblea pública. Y Hanlon les dio una buenapatada en el culo a los del Mercantil.820

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