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it-eso-stephen-king

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agazapado detrás de sus pies. Cayó sordamente a lagrava raspándose los brazos. Se oyó un ¡guffff!: elaliento acababa de escapársele.Un momento después tenía a Henry Bowersencima, inmovilizándole los brazos con las rodillasy el cuerpo con el trasero.—¿Tienes con qué tirar, "Tirapiedras"? –leespetó.Eddie se asustó más ante el brillo demencialque le vio en los ojos que por el dolor de los brazoso la imposibilidad de respirar. Henry estabachiflado. A muy poca distancia, Patrick reía entredientes.—¿Quieres tirar piedras? ¡Aquí tienes piedras!¡Toma!Henry recogió un puñado de grava y se laplantó en la cara, frotándosela en la piel,dañándole las mejillas, los párpados, los labios. Elchico abrió la boca y gr<strong>it</strong>ó a todo pulmón:—¿Quieres piedras? Pues toma. ¡Toma piedras,"Tirapiedras"! ¿Quieres más? ¡Adelante!La grava se le metía en la boca, lacerándole lasencías, rechinando contra sus dientes. Sintió saltarchispas de sus empastes. Gr<strong>it</strong>ó otra vez y escupiógrava.—¿Quieres más piedras? ¿Otro poqu<strong>it</strong>o? ¿Quéte parece...?—¡Basta! ¡Eh, vosotros! ¡Basta! ¡Tú, chico,1347

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