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it-eso-stephen-king

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tenía una furgoneta desvencijada. Lo paré enW<strong>it</strong>cham street, junto a los patios de maniobra, ybajé con mi Winchester.—Si llega a haber un incendio en mi casa, tedejo seco –le dije.—A mí no me hablas así, negro piojoso –chillóentre el enojo y el susto–. Un mierda como tú nopuede hablar así a un blanco.Bueno, yo estaba harto de todo <strong>eso</strong>, Mikey. Ysabía que, si no lo asustaba en ese momento parasiempre, jamás me lo sacaría de encima. No habíanadie por ahí. Metí una mano en el Ford y lo agarrédel pelo. Le puse el cañón del rifle bajo el mentón yapoyé la culata contra la hebilla de mi cinturón. Yle dije: "La próxima vez que me insultes veráschorrear tus s<strong>eso</strong>s en el techo de este coche. Y lodigo en serio, Butch: si hay un incendio en mi casa,te mataré y quizá también a tu mujer, a tu mocosoy a ese inútil de hermano que tienes."Entonces se echó a llorar. Nunca había vistoalgo tan patético.—Qué mal están las cosas –decía–, para que unmier... un neg... un tipo pueda amenazar a untrabajador honrado, a plena luz del día, al lado dela carretera.—Sí, las cosas están muy mal –reconocí–, pero<strong>eso</strong> no me importa. Lo único que me importa essaber si quedamos de acuerdo o si quieresaprender a respirar por la nuca.773

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