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it-eso-stephen-king

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espeluznante, <strong>eso</strong> era todavía peor.Echaba de menos al pequeño, ésa era la verdad.Echaba de menos su voz y su risa, el modo en quesus ojos solían buscar los de él, llenos de confianza,seguros de que Bill tenía la respuesta a cualquierproblema. Y había una cosa rarísima: a veces sentíaque quería a George mucho más cuando le teníamiedo, pues en ese miedo (cuando temía que unGeorge zombi estuviera acechando en el ropero odebajo de la cama) recordaba mejor su cariño porGeorge. En su esfuerzo por reconciliar esas dosemociones, el cariño y el terror, Bill se sentía muycerca de hallar la resignación defin<strong>it</strong>iva.Ésas no eran cosas que él hubiera podidoexpresar; en su mente, las ideas eran sólo unamaraña incoherente. Pero su corazón comprendía,y con <strong>eso</strong> bastaba.A veces ojeaba los libros de George. Otras vecesrepasaba sus juguetes.Desde diciembre no había mirado el álbum defotografías de George.Esa noche, después de su encuentro con BenHanscom, Bill abrió la puerta del armario(preparándose, como siempre, para enfrentarse ala presencia de Georgie con su impermeableensangrentado, entre la ropa colgada; esperando,como siempre, ver una mano pálida salir de laoscuridad para aferrarle el brazo) y tomó el álbumdel estante superior.418

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