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it-eso-stephen-king

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allí, pero no quería dejarlo solo. Una parte de él,irracional y supersticiosa, estaba segura de queEddie caería en coma en cuanto él le volviera laespalda. Entonces miró corriente arriba y vio a BenHanscom. Conocía a Ben, por supuesto; el chicomás gordo de una escuela siempre goza de unadesdichada notoriedad. Ben estaba en el otroquinto curso. Bill solía verlo en el recreo, siempr<strong>eso</strong>lo, hab<strong>it</strong>ualmente en un rincón, leyendo un libroo comiendo el almuerzo que llevaba en una bolsaque parecía un saco de lavandería.En ese momento, al mirarlo, Bill lo encontróaún peor que a Henry Bowers. Aunque costaracreerlo, era cierto. Bill no sabía qué batalla habíanlibrado <strong>eso</strong>s dos. Ben tenía el pelo levantado enpicos absurdos, apelmazados por la mugre. Sujersey o sudadera (nadie habría podido decir quéhabía sido al comenzar el día, y ya no importaba)era un harapo sucio, manchado con una asquerosamezcla de sangre y pasto. Sus pantalones habíandesaparecido a la altura de las rodillas.Ben vio que Bill lo miraba y retrocedió con ojoscautos.—¡N–n–no te v–v–vayas! –gr<strong>it</strong>ó Bill. Levantólas manos con las palmas hacia fuera, para mostrarque era inofensivo–. Nec–c–ces<strong>it</strong>amos ay–y–yuda.Ben se acercó un poco más, todavía cauteloso.Caminaba como si las piernas lo estuvieranmatando.386

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