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it-eso-stephen-king

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Por tác<strong>it</strong>o acuerdo, los niños llevaron los restosde aquella pelota a Tony Tracker, quien la examinósin decir palabra, rodeado de niños igualmentesilenciosos. Visto desde lejos, el grupo aparentabauna solemnidad casi religiosa: la veneración de unareliquia. Belch Huggins ni siquiera corrió de baseen base. Estaba entre los otros, como, si no tuvieraidea exacta de dónde estaba. Lo que Tony Trackerle devolvió aquel día, era más pequeño, que unapelota de tenis.Eddie, perdido en <strong>eso</strong>s recuerdos, caminódesde el s<strong>it</strong>io, donde había estado, la meta,cruzando el montículo, del "p<strong>it</strong>cher" (sólo que noera un montículo, sino una depresión sin grava)hasta salir del rombo. Se detuvo por un instante,sorprendido por el silencio; luego siguiócaminando hasta la cerca. Estaba másherrumbrada que nunca y cubierta por una feaplanta trepadora, pero, seguía allí. Al otro lado seveía el descenso del suelo, agresivamente verde.Los Barrens se parecían más que nunca a unaselva. Por primera vez Eddie se preguntó por quéllamaban Barrens (áridos) a una zona devegetación tan enmarañada y selvática. ¿Por quéno llamarla La Espesura? ¿O La Jungla?Barrens.El sonido era ominoso, casi siniestro. Lo queconjuraba en la mente no era una maraña dearbustos y árboles tan densos que debían luchar958

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