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it-eso-stephen-king

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apartarla de inmediato; por su costumbre defrotarse suavemente los codos cuando se poníanerviosa; por sus uñas, que mantenía pulcras peroexcesivamente cortas. Tom reparó en <strong>eso</strong> laprimera vez que la vio. En cuanto ella levantó lacopa de vino blanco, él le vio las uñas y pensó: "Lasmantiene así de cortas porque se las come."Tal vez los leones no piensan, al menos nocomo la gente... pero ven. Y cuando los antílopeshuyen de un abrevadero, alertados por el olor de lamuerte próxima, los felinos observan cuál de ellosse queda en la retaguardia, quizá a causa de unapata coja, quizá porque es naturalmente máslerdo... o porque tiene menos desarrollado elsentido del peligro. Y hasta es posible que algunosantílopes (y algunas mujeres) deseen que losderriben.De pronto oyó un ruido que lo arrancóbruscamente de <strong>eso</strong>s recuerdos: el chasquido de unencendedor.La furia sorda volvió. Su estómago se llenó deun calor no del todo desagradable. Fumaba. Ellafumaba. Tom Rogan le había dictado un cursoespecial sobre el tema. Y allí estaba ella, haciéndolootra vez. Era lenta para aprender, sí, pero el buenmaestro da lo mejor de sí con los alumnos lentos.—Sí –dijo ella en ese momento–. Está bien. Sí...Escuchó, luego em<strong>it</strong>ió una risa extraña,entrecortada, que Tom nunca le había oído.182

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