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it-eso-stephen-king

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estuche y se los llevó a los ojos. No había necesidadde ajustarlos, ya que la anterior ocasión los habíausado en ese mismo s<strong>it</strong>io.No se movió. No se levantó para pasearse nidirigió los binoculares de un lado al otro paradescubrir otras cosas. Permaneció quieto, con losbinoculares enfocando el baño de pájaros mientrasla llovizna caía sobre su impermeable amarillo.No se aburría. Miraba hacia abajo, hacia aquelequivalente de una convención avícola. Cuatrogorriones pardos estuvieron allí un rato hundiendoel pico en el agua y arrojándose gotas sobre suslomos. Después vino un azulejo, como un policíaque disolviera un grupo de alborotadores. En laslentes de Stan el azulejo era tan grande como unacasa y sus gorjeos amenazadores sonabanabsurdamente débiles en comparación. Losgorriones se alejaron. El azulejo, ya en dominio detodo, se pavoneó en el s<strong>it</strong>io, bañándose;acabó poraburrirse y alzó el vuelo. Volvieron los gorriones,pero se alejaron otra vez al llegar un par depetirrojos para bañarse y (tal vez) discutir asuntosimportantes.El padre de Stan se había reído ante la vacilantesugerencia de Stan de que, tal vez, los pájaroshablaban. Seguramente el padre tema razón aldecir que los pájaros no poseían inteligenciasuficiente para hablar, que sus cerebros erandemasiado pequeños. Pero, por Dios, parecían726

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