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it-eso-stephen-king

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puente... como el duende en el cuento de los trescabr<strong>it</strong>os.Debajo. Escondido debajo.Ben caminó apresuradamente hasta su casa,volviendo la mirada cada pocos pasos hasta que lapuerta quedó bien cerrada con llave a su espalda.Explicó a su madre (tan cansada por el trabajopesado en la empaquetadora que, en verdad, nohabía notado mucho su ausencia) que se habíaquedado para ayudar a la señora Douglas con elrecuento de los libros. Luego se sentó ante unacena de fideos y pavo sobrante del domingo.Devoró tres porciones y con cada una la momia sehizo más distante, más quimérica. No era real; esascosas nunca eran reales: sólo cobraban vida entrelos anuncios de las películas que daban por la teleen la noche o durante las sesiones de los sábados,donde con un poco de suerte, uno conseguía dosmonstruos por veinticinco centavos y, si tenía otrosveinticinco, todas las palom<strong>it</strong>as de maíz quepudiera tragar.No, no eran reales. Los monstruos de la tele, losmonstruos del cine, los monstruos de lashistorietas sólo eran reales cuando uno se iba a lacama y no podía dormir, cuando los últimos cuatrocaramelos guardados bajo la almohada comoprotección contra los peligros de la noche yahabían sido masticados, sólo cuando la cama seconvertía en un lago de sueños rancios, cuando el366

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