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it-eso-stephen-king

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abrazados y cantando.—Marcia Fadden... Frank Frinck... BenHanscom...Él se levantó robando a Beverly Marsh laúltima mirada por ese verano (al menos, <strong>eso</strong> pensóentonces) y se adelantó hasta el escr<strong>it</strong>orio de laseñora Douglas. A los once años, tenía una barrigamás o menos del tamaño de Nuevo México,envasada en un par de horrendos vaqueros cuyosremaches de cobre lanzaban pequeños dardos deluz y hacían jsst, jsst, jsst al rozarse sus gru<strong>eso</strong>smuslos. Sus caderas se balanceaban como las delas chicas. Llevaba una sudadera holgada, aunquehacía calor. Casi siempre usaba sudaderasholgadas, porque su pecho le daba una terriblevergüenza; así había sido desde el primer día declase, tras las vacaciones de Navidad. Al verlo conuna de las camisas nuevas que le había regalado sumadre, Belch Huggins, un niño de sexto grado,había graznado: "¡Eh, miren! ¡Miren lo que le trajoSanta Claus a Ben Hanscom! ¡Un buen par detetas!" Belch había estado a punto de sufrir uncolapso por lo gracioso de su ingenio. Otros rieron.Si ante Ben se hubiera abierto un agujero hacia elsubmundo, él se habría dejado caersilenciosamente... o tal vez con un leve murmullode grat<strong>it</strong>ud.Desde ese día usaba sudaderas. Tenía cuatro.Era una de las pocas cosas en las que conseguía287

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