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it-eso-stephen-king

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cama extraña, sudorosa, con los ojos d<strong>eso</strong>rb<strong>it</strong>ados,jadeando como si acabase de correr una carrera.Sus manos volaron a las piernas, casi esperandoencontrarlas mojadas y frías por el agua en quehabía estado caminando mentalmente. Pero estabaseca.Luego vino la d<strong>eso</strong>rientación. Aquello no era sucasa de Topanga Canyon ni la que habían alquiladoen Fleet. Era la nada, el limbo amueblado con unacama, un tocador, dos sillas y un televisor.—Oh, Dios, vamos, Audra...Se frotó encarnizadamente la cara con lasmanos y aquella especie de vértigo mental cedió unpoco. Estaba en Derry. Derry, Maine, el s<strong>it</strong>io enque había crecido su marido en una niñez quedecía no recordar. No le era un s<strong>it</strong>io familiar niparticularmente agradable por la sensación que lecausaba, pero al menos tampoco le resultabaextraño. Estaba allí porque allí estaba Bill y al díasiguiente iría a verlo al hotel Town House. Yaquella cosa terrible que estaba mal allí, aquello alo que se referían esas cicatrices nuevas en lasmanos de él, fuera lo que fuese, lo enfrentaríanjuntos. Ella le llamaría para decirle que estaba allí;luego se reuniría con él. Después... bueno...No tenía idea de lo que podía venir después. Elvértigo, la sensación de estar en un s<strong>it</strong>io que era, enrealidad la nada, la amenazaba otra vez. A losdiecinueve años había hecho una gira con una1713

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