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it-eso-stephen-king

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Eddie lo rodeó y encontró un letrero. Seguramente<strong>eso</strong> había ocurrido a los seis o siete años, porquehabía podido leerlo susurrando cada una de laspalabras: "Compruebe si sus zapatos son de lamedida correcta."Volvió a la escaler<strong>it</strong>a, subió los tres peldañoshasta la pequeña plataforma y metió el pie en laranura. ¿Eran sus zapatos de la medida correcta?Eddie no lo sabía, pero ardía por comprobarlo.Hundió la cara en el protector de goma y oprimióel botón. Una luz verde le inundó los ojos. Eddieahogó una exclamación. Estaba viendo un pie queflotaba dentro de un zapato lleno de humo verde.Movió los dedos, y los dedos que tenía a la vista semovieron también. Eran los suyos, tal como habíasospechado. Y entonces se dio cuenta de que noestaba viendo sólo sus dedos, sino también sushu<strong>eso</strong>s. ¡Los hu<strong>eso</strong>s de su pie! Cruzó el dedo gordosobre el segundo, como para ahuyentar la malasuerte y los dedos fantasmales de la pantallahicieron una X que no era blanca, sino verde. Vio...En ese momento su madre lanzó un chillido, unruido de pánico que perforó el silencio del localcomo un bumerang, como una bola de fuego, comola fatalidad a caballo. Eddie apartó su rostrosobresaltado del visor y la vio correr hacia él.Volteó una silla y una de esas cosas para medir elpie que siempre hacían cosquillas salió disparadapor el aire. Su amplio busto palp<strong>it</strong>aba. Su boca erauna O escarlata, redonda de horror. Todas las caras168

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