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it-eso-stephen-king

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suish de la escoba del señor Fazlo, que barría elvestíbulo con serrín, y el ulular del viento, alláfuera.Ben miró por el único ventanuco del depós<strong>it</strong>o yvio que estaba oscureciendo rápidamente. Eran lascuatro de la tarde y el crepúsculo estaba a un paso.Membranas de nieve seca volaban y searremolinaban entre los columpios soldados alsuelo por la congelación. Jackson Street estabadesierta. Miró por un momento más, esperandoque algún coche pasara por la esquina de Jackson yW<strong>it</strong>cham, pero no fue así. Era como si todos loshab<strong>it</strong>antes de Derry, salvo él y la señora Douglas,estuvieran muertos o hubieran huido.Miró a la mujer y notó, con un dejo de miedo,que ella sentía casi exactamente lo mismo. Se leveía en los ojos que estaba pensativa, distante; noparecían los ojos de una maestra cuarentona, sinolos de una criatura. Tenía las manos cruzadasdebajo del busto, como si rezara."Tengo miedo –pensó Ben–, y ella también lotiene. Pero ¿de qué?"No lo sabía. Entonces ella lo miró, soltando unarisa breve, casi azorada.—Te he entretenido demasiado –dijo–. Losiento, Ben.—No importa. –Él se miró los zapatos. Laquería un poco, no con el cariño incondicional quehabía prodigado a la señor<strong>it</strong>a Thibodeau, su355

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