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it-eso-stephen-king

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cargadas de rayos. La gente hacía sus recados apaso rápido, con cierta intranquilidad, con un ojopuesto en el cielo. Casi todos decían que llovería acántaros a la hora de la cena, lavando parte de ladensa humedad del ambiente. Los parques y plazasde Derry, poco poblados durante todo el verano,quedaron totalmente desiertos alrededor de lasseis. La lluvia se demoraba; los columpios pendían,inmóviles y sin sombra, en una luz extrañamenteamarilla. Los truenos r<strong>eso</strong>naban, gru<strong>eso</strong>s; <strong>eso</strong>, elladrido de un perro y el grave murmullo del tráficoen Main Street eran los únicos ruidos que llegabanpor la ventana de Eddie. Hasta que aparecieron losPerdedores.Bill fue el primero, seguido de Richie. Beverly yStan entraron después; luego, Mike. Ben fue elúltimo, incómodo con su jersey blanco de cuelloalto.Se acercaron a su cama con aire solemne. Nisiquiera Richie sonreía. "Las caras –pensó Eddie,fascinado. ¡Por el amor de Dios, esas caras! "Veía en ellos lo que su madre había visto en élesa misma tarde. Una extraña combinación depoder y d<strong>eso</strong>lación. La luz amarilla de la tormentales daba un aspecto fantasmal, distante, sombrío."Estamos pasando –pensó Eddie–. Pasamos aalgo nuevo; estamos en la frontera. Pero ¿qué hayal otro lado? ¿Adónde vamos? ¿Adónde?"—Ho–o–ola, E–e–edie –dijo Bill–. ¿C–c–cómo1384

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