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los antiguos compañeros de juego y darse cuentade que uno también ha recibido sus buenospuñetazos en la nariz propinados por el tiempo.Hablemos de sexo, de béisbol, del precio de lagasolina, del futuro de las naciones, del Pacto deVarsovia. De cualquier cosa, menos de lo que nostrajo aquí. Que alguien diga algo."Alguien habló. Fue Eddie Kaspbrak. Pero nohabló de cómo era Edward Kennedy ni de cuántodejaba Redford de propina, ni siquiera de por quéhabía tenido que seguir usando el inhalador, sinoque preguntó a Mike cuándo había muerto StanUris.—Anteanoche. Cuando hice las llamadas.—¿Tuvo algo que ver con... con la razón por laque hemos venido?—Él no dejó nota, de modo que nadie puedesaberlo seguro –respondió Mike–. Pero ocurriócasi inmediatamente después de mi llamada; por<strong>eso</strong> creo poder decir que sí.—Se suicidó, ¿verdad? –dijo Beverly,inexpresiva–. Oh, Dios, pobre Stan...Los otros estaban mirando a Mike, que terminósu cerveza y dijo:—Se suicidó, sí. Al parecer, poco después derecibir mi llamada fue al baño, llenó la bañera, semetió dentro y se cortó las venas.Bill miró alrededor de la mesa. De pronto853

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