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it-eso-stephen-king

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Eddie Kaspbrak se reclinó en la silla, como siquisiera fundirse con ella para desaparecer. Surostro, flaco y de aspecto delicado, mostraba unmiedo angustioso; miró a derecha e izquierda y,finalmente, a Bill. Por un momento, el escr<strong>it</strong>or tuvola seguridad de que Eddie se levantaría y huiría dela hab<strong>it</strong>ación sin mirar atrás. Pero levantó unamano y tomó su inhalador con la otra.—¡Bien, Eds! –dijo Richie–. Apuesto a que estavez vamos a pasarlo en grande.—Bip–bip, Richie –respondió Eddie con voztemblorosa.6. Los fracasados comen el postre.—Bueno, Mike, ¿cuál era tu idea? –preguntóBill. Rose, la camarera, había roto el clima al entrarcon un plato de galletas de la suerte. Recorrió conla vista a las seis personas, que mantenían la manoen alto con amable falta de curiosidad. Todos labajaron deprisa. Nadie abrió la boca hasta queRose volvió a retirarse.—Es muy simple –dijo Mike–, pero tambiénpodría ser muy peligroso.—Adelante –pidió Richie.—Creo que por el resto del día deberíamossepararnos. Cada uno de nosotros debería volver al902

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