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it-eso-stephen-king

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consumido. Así fue el incendio del Black Spot,Mikey.Bebió el resto del agua y me dio el vaso paraque lo llenara en el surtidor del pasillo.—Creo que esta noche mojaré la cama, Mikey.Lo besé en la mejilla y fui al pasillo parallenarle el vaso. Cuando volví, estaba otra vezabsorto, con los ojos vidriosos y contemplativos.Dejé el vaso en la mesilla de noche y él murmuró"gracias". El reloj de su mesilla marcaba casi lasocho. Hora de volver a casa.Me incliné para darle un b<strong>eso</strong> de despedida...pero en cambio me oí susurrar:—¿Qué viste?Sus ojos, que se estaban cerrando, selevantaron apenas. Tal vez sabía que era yo; tal vezcreía estar oyendo la voz de sus propiospensamientos.—¿Humm?—Qué viste –susurré. No quería oír, pero teníaque oír. Tenía calor y frío al mismo tiempo, meardían los ojos, las manos se me congelaban. Perotenía que oír. Como la mujer de Lot tuvo quevolverse a mirar la destrucción de Sodoma.—Era un ave –dijo él–. Arriba, sobre losúltimos hombres que corrían. Un halcón, tal vez.Pero grande. Nunca se lo conté a nadie. Mehabrían encerrado. Ese pájaro tenía unos veinte805

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