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it-eso-stephen-king

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whisky que el padrastro guardaba bajo elfregadero. Unos tragos atenuaban el dolor. Hacia elquinto día, el dolor había desaparecido casi porcompleto, pero orinó sangre por dos semanas.Y el martillo ya no estaba en el garaje.¿Que se podía decir de <strong>eso</strong>?Oh, claro que el martillo común, el Craftsman,estaba todavía allí. El que faltaba era el Scotti, elque no rebotaba, el martillo especial del padrastro,que ni él ni Dorsey podían tocar. "Si alguien tocaesto –les había dicho después de comprarlo–, levoy a poner las tripas de bufanda." Dorsey habíapreguntado, tímidamente, si era muy caro. El viejole dijo que no fuera curioso, joder. Dijo que no se lopodía hacer rebotar, por fuerte que fuese el golpe.Y ya no estaba.Si las calificaciones de Eddie eran bajas, sedebía a que había perdido muchos días de clasedesde el nuevo casamiento de su madre, pero elchico no tenía nada de tonto. Y creía saber lo quehabía sido del martillo Scotti. Tal vez su padrastrolo había usado para golpear a Dorsey y después lohabía enterrado en el jardín o tirado al canal. Esaclase de cosas ocurría con frecuencia en lashistorietas de terror que Eddie leía, las queguardaba en el último estante de su armario.Se acercó un poco más al canal, que ondulabaentre sus flancos de cemento como seda ace<strong>it</strong>ada.Una brazada de rayos de luna reverberaba en su439

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