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hicieran, pero podía terminar con un buen dolor decabeza... y en ese momento sintió que le venía uno.La nueva Derry, sí. Pero la vieja Derry aún estabaallí, como el edificio de madera del hosp<strong>it</strong>al. Lavieja Derry estaba casi toda sepultada bajo lasconstrucciones nuevas... pero la vista se sentíairremediablemente atraída hacia ella, la buscaba.—Las vías del ferrocarril deben de haberdesaparecido, ¿no? –preguntó Bill.El taxista volvió a reír, encantado.—Considerando que se marchó cuando eraniño, señor, tiene buena memoria. –Bill pensó: "Sime hubieras visto la semana pasada, amigo"–. Noquedan más que ruinas y vías herrumbradas. Nisiquiera los mercancías se detienen aquí. Un tíoquería comprar el terreno para poner una especiede parque de diversiones, con tiro al blanco,minigolf, frontones para pelota, kartings y un localcon juegos de video y qué sé yo qué más. Pero hubolío con los propietarios del terreno. Por elmomento está todo en los tribunales.—Y el canal –murmuró Bill, cuando girabanhacia Pastare Road que, tal como Mike habíadicho, estaba señalizado con un letrero verde querezaba: "Mall Road"–. El canal todavía está aquí.—Ya –dijo el taxista–. Creo que ése va a estarsiempre.Ahora Bill tenía a su izquierda la galería deDerry. Al pasar junto a ella volvió a sentir esa823

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