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it-eso-stephen-king

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Harold Gardener gr<strong>it</strong>ó a Alfred Z<strong>it</strong>ner,propietario de la inmobiliaria Z<strong>it</strong>ner, de la zonaOeste, preguntándole si las calles irían adesmoronarse. Z<strong>it</strong>ner dijo que antes se congelaríael infierno. Harold imaginó por un instante a AdolfH<strong>it</strong>ler y a Judas Iscariote repartiendo patines parahielo, pero siguió cargando bolsas. Faltaban apenassiete u ocho centímetros para que el agua alcanzaralos bordes del canal. En Los Barrens, elKenduskeag ya se había salido de cauce y, haciamediodía, los frondosos matorrales y los arbustosasomarían apenas en un vasto y maloliente lago.Los hombres seguían trabajando, deteniéndosesólo cuando se acababan las bolsas de arena... peroa las 9.50 quedaron petrificados ante un gran ruidode desgarramiento. Más tarde, Harold Gardenercontó a su mujer que creyó que había llegado el findel mundo. No era el centro lo que se estabaderrumbando (todavía no), pero sí la torre–depós<strong>it</strong>o. Sólo Andrew Keene, el nieto de NorbertKeene, presenció lo ocurrido, pero esa mañanahabía fumado tanta marihuana que, en un primermomento, lo consideró una alucinación. Vagabapor las calles inundadas de Derry desde las ocho,aproximadamente desde la misma hora en que eldoctor Hale ascendiera a ejercer como médico decabecera en el cielo. Estaba empapado hasta loshu<strong>eso</strong>s (exceptuando los treinta gramos de hierbaprotegidos bajos la axila) pero no se daba cuenta.Sus ojos se dilataron de incredulidad. Había1888

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