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it-eso-stephen-king

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—¡Vuelve a tu lugar, chico! –ordenó, con la vozdel policía irlandés.Una nube blanca rodeó la cara del hombrelobo. Sus rugidos cesaron súb<strong>it</strong>amente. Miró aRichie con una sorpresa casi cómica y em<strong>it</strong>ió unsonido sibilante, sofocado. Sus ojos, rojos ylegañosos, giraron hacia el chico y parecierongrabárselo, de una vez para siempre.Entonces empezó a estornudar.Estornudó una y otra vez. Del hocico lebrotaban kilos de saliva y el moco, negriverdoso,voló de las fosas nasales. Una de esas gotas salpicóla piel de Richie, quemándole como ácido. Se laenjugó con un alarido de dolor y asco.Aún había furia en esa cara, pero tambiéndolor. Era inconfundible. Bill podría haberloherido con la pistola de su padre, pero Richie lehabía hecho más daño... primero, con la voz delpolicía irlandés; después, con el polvo que hacíaestornudar."Jolín, si tuviera un poco de polvo pica–pica yun vibrador de chasco, tal vez podría matarlo",pensó.En ese instante, Bill lo sujetó por el cuello de laropa y tiró de él hacia atrás.Fue oportuno. El hombre lobo dejó deestornudar tan bruscamente como habíaempezado, y lanzó un zarpazo a Richie. Era652

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