11.07.2015 Views

it-eso-stephen-king

it-eso-stephen-king

it-eso-stephen-king

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

Beverly había colaborado con casi todas susmonedas ganadas en el juego para comprar losbatidos, pero aún encontró cuatro más en el fondodel bolsillo izquierdo. Las sacó para ofrecérselas aStan, que puso cara de ofendido.—Jo, inv<strong>it</strong>o a una chica a la lavandería y quierepagar su parte.Beverly rió.—¿Estás seguro de que no quieres?—Seguro –afirmó Stan–. La verdad, Beverly,me duele gastar <strong>eso</strong>s cuarenta centavos, pero estoyseguro.Los cuatro fueron a la hilera de sillas deplástico y allí se sentaron, sin hablar. La lavadorachapoteaba con los trapos en el interior. Abanicosde burbujas resbalaban contra el gru<strong>eso</strong> vidrio delojo de buey. Al principio, las burbujas eran rojizasy Bev se sintió algo descompuesta al verlas, perodescubrió que le costaba apartar la vista. Laespuma sanguinolenta poseía una horriblefascinación. La enfermera los miraba cada vez conmás frecuencia por encima del libro. Tal vez habíatemido que se mostraran demasiado bulliciosos,pero de pronto su silencio la ponía nerviosa.Cuando la secadora acabó, sacó sus prendas, lasdobló, las puso en una bolsa de plástico y se fue,dedicándoles una última mirada de desconcierto.En cuanto se hubo marchado, Ben dijo, conaspereza:712

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!