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it-eso-stephen-king

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Rieron, y Ben habría jurado que la casa seapartaba de ellos, de ese sonido alegre. Mike giró.—Esa hab<strong>it</strong>ación grande, la que dejamos atrás.¡Mirad!Miraron. El salón estaba ya casi negro. No erahumo, no era gas; sólo negrura, una negrura casisólida. El aire había sido privado de su luz. Lanegrura parecía rodar y doblarse ante sus miradas,casi coagulada en rostros.—V–v–vamos.Volvieron la espalda a lo negro y siguieroncaminando por el pasillo. Había tres puertas en él:dos con sucios pomos de porcelana blanca; latercera, con un simple agujero donde hubieradebido estar el pomo. Bill hizo girar el picaporte yempujó para abrir. Bev, pegada a él, levantó elBullseye.Ben retrocedió, consciente de que los otrosestaban haciendo lo mismo, agrupándose detrás deBill como perdices asustadas. Aquello era undorm<strong>it</strong>orio; estaba vacío. Sólo había un colchónmanchado. Los herrumbrados fantasmas de losalambres en espiral, que formaban un somierdesaparecido mucho tiempo atrás, habían quedadotatuados en el pellejo amarillo del colchón. Ante laúnica ventana, se balanceaban los girasoles.—No hay nada... –comenzó Bill.Y entonces el colchón empezó a inflarse y a1498

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