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it-eso-stephen-king

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se le tensaban. Era como si ella no quisiese tenernada que ver. La señora. La muy puta de señora. Lacosa empezaba a pintar mal. ProbablementeBeverly neces<strong>it</strong>aba una clase de repaso sobre quiénmandaba allí. A veces le hacía falta. Era lenta enaprender.Bajó la escalera y caminó por el pasillo hasta lacocina. Abrió la nevera. Su mano no encontró nadamás alcohólico que un envase de plástico azul conun sobrante de fideos a la Romanoff. Toda lacerveza había desaparecido, incluyendo la queguardaba bien atrás, como el billete de veintedólares que guardaba plegado tras su carnet deconducir, para casos de emergencia. El partidohabía durado horas y todo para nada. Los Wh<strong>it</strong>eSox habían perdido. Ese año no eran más que unpuñado de culos fofos.Su mirada se desvió hacia las botellas de bebidafuerte, tras el vidrio del estante superior del bar ypor un momento se imaginó sirviéndose una buenamedida de whisky. Pero volvió hacia la escaleradecidido a no darle más problemas a su cabeza.Echó un vistazo al antiguo reloj de péndulo, al piede la escalera, y vio que ya pasaba de lamedianoche. Eso no le mejoró el humor, que, en elmejor de los casos, nunca era muy bueno.Subió la escalera con lent<strong>it</strong>ud, consciente,demasiado consciente, del modo en que estabafuncionando su corazón. Ka–bom, ka–dad. Ka–178

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