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it-eso-stephen-king

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claridad– Herbert Ross se levantó de su tumbona,se acercó a la barandilla del porche y echó unvistazo. Su cara estaba inexpresiva como la deBelch Huggins. Plegó el diario, giró en redondo yentró tranquilamente en su casa.—¡Dejadla! –gr<strong>it</strong>ó la anciana.Henry descubrió los dientes y, de pronto, corrióhacia el auto arrastrando a Beverly por el pelo. Ellatropezó, cayó sobre una rodilla y se vio arrastrada.El dolor del cuero cabelludo era terrible. Sintió quese le desprendían varios cabellos.La anciana soltó un gr<strong>it</strong>o y subiófrenéticamente el vidrio de la ventanilla. Henry lelanzó una puñalada y la hoja patinó en el cristal. Laanciana soltó el embrague y el viejo Ford saliódisparado por Kansas, dando sacudidas, perochocó contra la acera y se embozó. Henry fue trasél, siempre arrastrando a Beverly. Victor sehumedeció los labios y miró alrededor. Belchlevantó su gorra de béisbol, desconcertado.Bev vio, por un instante, la cara de la anciana,pálida por el susto; le vio bajar los seguros amanotazos en ambas puertas. El motor del Fordrechinó y se puso en marcha. Henry rompió unfaro trasero de una patada.—¡Sal de ahí, vieja puta!Los neumáticos bramaron al alejarse por lacalle. Un coche que venía en sentido contrariomaniobró para esquivarla haciendo sonar el1602

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