11.07.2015 Views

it-eso-stephen-king

it-eso-stephen-king

it-eso-stephen-king

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

los desprevenidos, el pelo pelirrojo ondeando haciaatrás. El repiqueteo de los naipes era un rugidoconstante. La mueca de esfuerzo se convirtió enuna gran sonrisa. A la derecha, las casas de familiadieron paso a los locales de negocios (casi todosdepós<strong>it</strong>os y envasadores de carne), que pasaban,borrosos, en un zumbido aterrador perosatisfactorio. A su izquierda discernía el canal.–¡Hai–oh Silver, Arreee! –vociferó triunfante.Silver voló por sobre el primer bordillo y suspies perdieron contacto con los pedales. Iba arueda libre, ya completamente en manos del diosdesignado para proteger a los niños, quienquieraque fuese. Giró hacia la calle superando la máximaindicada de cuarenta.Ya todo había quedado atrás: el tartamudeo; losojos vacuos y doloridos de su padre cuandotrajinaba en su taller; el terrible polvo acumuladosobre el piano sin usar, porque su madre no habíavuelto a tocar –la última vez había sido en elfuneral de George, tres himnos metodistas–George, saliendo a la lluvia con su impermeableamarillo y el barqu<strong>it</strong>o de papel parafinado; el señorGardener subiendo la calle veinte minutos despuéscon su cadáver envuelto en un edredónensangrentado; el alarido agónico de su madre.Todo quedaba atrás. Él era el Llanero Sol<strong>it</strong>ario,John Wayne, Bo Diddley, era cualquiera quedeseara ser, nadie que llorara, se asustara y391

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!