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it-eso-stephen-king

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—Lo recuerdo –dice Richie en voz casiinaudible. Saca el pañuelo del bolsillo posterior, sequ<strong>it</strong>a las gafas y, después de enjugarse los ojos,vuelve a ponérselas. Guarda el pañuelo y propone,sin apartar la vista de sus manos–. ¿Por qué no locuentas, Ben?—Duele, ¿verdad?—Sí –dice Richie, ya tan espesa la voz quecuesta entender sus palabras–. Claro que duele.Ben mira a todos y asiente.—Muy bien. Otro cuento antes de las doce, sólopara mantenernos abrigados. Bill y Richie tuvieronla idea de hacer las balas...—No –corrige Richie–. A Bill se le ocurrióprimero; pero también fue el primero en ponersenervioso.—S–s–sólo empecé a preocuparme...—Creo que no tiene importancia –interrumpeBen–. Aquel mes de julio, los tres pasamosbastante tiempo en la biblioteca. Tratábamos deaveriguar cómo se hacían las balas de plata. Yotenía plata: cuatro dólares que habían sido de mipadre. Después, Bill se puso nervioso, pensando enqué s<strong>it</strong>uación nos encontraríamos si nos salía malel disparo en el momento en que algún monstruose nos viniera encima. Y cuando vimos la punteríade Beverly con el tirachinas, terminamos usandomis dólares de plata para hacer balines.1457

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