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it-eso-stephen-king

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No, no se podía. Porque <strong>eso</strong> no era, en el fondo,lo que ella deseaba, y ambos lo sabían.—Dilo.—Olvidé no fumar delante de ti, Tom.—Bien. Ahora di: "Perdón."—Perdón –rep<strong>it</strong>ió ella, inexpresiva.El cigarrillo quedó humeando en el pavimentocomo un trozo de mecha encendida. Los que salíandel teatro les echaban una mirada; un hombre depie junto a la portezuela abierta de un viejo Vega,una mujer sentada dentro con las manos apretadasen el regazo, la cabeza gacha, las luces recortandola catarata suave de su pelo con un borde dorado.Tom aplastó el cigarrillo. Lo convirtió en unamancha contra el pavimento.—Ahora di: "No volveré a fumar sin tupermiso."—No volveré...La voz de Beverly comenzó a atascarse.—... no... n–n–n...—Dilo, Bev.—No volveré a f–fumar. Sin tu ppermiso.Entonces él cerró la portezuela de un golpe yvolvió al volante para llevarla a su apartamento delcentro. Ninguno de los dos dijo palabra. La m<strong>it</strong>adde la relación había quedado establecida en elaparcamiento; la otra m<strong>it</strong>ad se estableció cuarenta190

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