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it-eso-stephen-king

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Frankenstein era debidamente grotesco. El jovenhombre–lobo, sin embargo, daba más miedo, talvez porque parecía triste. Lo que le había pasadono era culpa suya. Era culpa de un hipnotizador, elchico convertido en hombrelobo estaba lleno derabia y malos sentimientos. Richie se preguntó sihabría en el mundo mucha gente que ocultara esetipo de malos sentimientos. Henry Bowersrezumaba malos sentimientos por los cuatro lados,pero no se molestaba en ocultarlos, por cierto.Beverly, sentada entre los dos chicos, comíapalom<strong>it</strong>as de maíz, gr<strong>it</strong>aba, se cubría los ojos y aveces reía. Mientras el hombre lobo acechaba a lachica que hacía ejercicios en el gimnasio, despuésde clases, ella apretó la cara contra el brazo de Beny Richie la oyó ahogar una exclamación de sorpresaa pesar de los gr<strong>it</strong>os de los doscientos chicos quehabía abajo.Por fin mataron al hambre–lobo. En la últimaescena, un policía decía a otro, que así la genteaprendería a no jugar con las cosas que estabanmejor en manos de Dios. El telón bajó y seencendieron las luces. Hubo aplausos. Richie sesentía satisfecho, aunque con un poco de dolor decabeza. Probablemente tendría que ir pronto aloculista para que le cambiara otra vez las gafas. Siseguía así, pensó, cuando llegara a la secundariallevaría culos de botella.Ben le tiró de la manga.611

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