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it-eso-stephen-king

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muchos sentidos era como un extraño. Yo lequería. Le quería mucho, pero...Lo miró. Tal vez deseaba que él lo dijese en sulugar. Bill no lo hizo. Era algo que ella debíapronunciar por sí misma tarde o temprano. Lasmentiras y los autoengaños se habían convertidoen un lastre que ya no podían perm<strong>it</strong>irse.—También le odiaba –dijo. Su mano tiróconvulsivamente de la de Bill por un largoinstante–. Nunca se lo dije a nadie. Creía que Diosme enviarla un rayo si alguna vez lo decía.—Dilo otra vez, entonces.—No, yo...—Anda. Dolerá, pero creo que ya ha supuradopor mucho tiempo allí dentro. Dilo.—Odiaba a mi padre –dijo ella. Y empezó asollozar–. Lo odiaba, le tenía miedo. Nunca pudeser tan buena como para conformarlo y lo odiaba,de veras. Pero también lo amaba.Bill se detuvo la abrazó con fuerza. Beverly lorodeó con brazos de pánico. Las lágrimas lehumedecieron el cuello. Ese cuerpo era maduro yfirme. Apartó un poco el torso para que ella nosintiera su erección... pero Beverly volvió aapretarse contra él.—Habíamos pasado la mañana allá abajo –dijo–, jugando a cogernos o a algo así. Algoinocente. Ni siquiera habíamos hablado de "Eso"1560

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