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it-eso-stephen-king

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Volvió la luz, gris y débil al principio, pero cadavez más potente, mientras el ave retrocedía. Mikerompió en lágrimas y, dejándose caer de rodillas,comenzó a buscar trozos de azulejosenloquecidamente. Sin ser consciente, se adelantócon las manos llenas de proyectiles (la luz leperm<strong>it</strong>ía ver que estaban manchados de musgo ylíquenes azul grisáceo, como lápidas de pizarra)hasta que llegó casi a la boca de la chimenea. Nodejaría, en lo posible, que el ave volviera a entrar.Estaba allí, inclinado, con la cabeza torcida, talcomo suelen ponerla en su percha los pájarosadiestrados y Mike vio dónde le había dado con suúltimo proyectil. El ojo derecho había desaparecidocasi por completo; en vez de aquella centelleanteburbuja de alqu<strong>it</strong>rán fresco, había un cráter llenode sangre. Un engrudo gris blancuzco goteabadesde la comisura corriendo hasta el pico. En esechorro mórbido se retorcían diminutos parás<strong>it</strong>os.Lo vio y se lanzó hacia adelante. Mike comenzóa arrojarle trozos de azulejo que le golpearon en lacabeza y el pico. El ave se retiró por un momento yvolvió a atacar con el pico abierto, descubriendootra vez aquel interior rosa... y revelando algo quedejó a Mike momentáneamente petrificado, con laboca abierta: la lengua del ave era plateada, conuna superficie tan resquebrajada como lavavolcánica enfriada. Y sobre esa lengua, comoextrañas pelotas de pasto seco que hubieranarraigado allí, había varios pompones color481

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