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it-eso-stephen-king

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sacado la camisa. La gran radio portátil instaladabajo la lona que sombreaba el asiento transm<strong>it</strong>íalos prolegómenos del partido Red Sox Senators.—Por aquí no se puede bajar –reconoció Ben.Mandy Fazio no era mala persona, pero cuandoveía a algún chico en el vertedero, lo ahuyentaba deinmediato: por las ratas, por el veneno quesembraba periódicamente para disminuir suprocreación, por la posibilidad de cortes, caídas yquemaduras... pero, sobre todo, porque elvertedero no le parecía buen s<strong>it</strong>io para los niños."¡Qué buenos que sois! –gr<strong>it</strong>aba a los chicosque iban al vertedero con sus rifles para dispararcontra las botellas (las ratas o las gaviotas) oatraídos por la exótica fascinación de los hallazgos:se podía encontrar un juguete que aun funcionara,una silla remendable para un club infantil o untelevisor viejo que aún tuviese el tubo intacto;cuando se lo rompía con una piedra, la explosiónera muy satisfactoria . ¡Qué buenos que sois! –aullaba Mandy, no porque estuviese furioso, sinoporque era sordo, y no usaba audífono–. ¿No osenseñan vuestros padres a ser buenos? ¡Los niñosbuenos no juegan en el vertedero! ¡Id al parque!¡Id a la biblioteca! ¡Id al centro municipal a jugar alhockey! ¡Sed buenos!"—No –dijo Richie–. Parece que en el vertederono se puede.Se sentaron por un rato, para ver cómo1173

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