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it-eso-stephen-king

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de ésa no era muy buen artesano: las puntadas deplástico ya se estaban soltando y elcompartimiento para billetes flameaba como bocafloja. En el monedero había una moneda deveinticinco centavos. La billetera sólo contenía unacredencial de la biblioteca, extendida a nombre dePatrick Hockstetter. Beverly arrojó la billetera a unlado y se limpió los dedos en los pantalonc<strong>it</strong>os.Quince metros más allá encontró una zapatilla.La maleza era ya demasiado densa y no le perm<strong>it</strong>íaseguir la huella de los surcos, pero no hacía faltaser rastreador para distinguir las salpicaduras desangre.El rastro descendía, serpenteante, por un sotoempinado. Bev perdió pie y resbaló; los espinos laarañaron. Unas líneas de sangre fresca aparecieronen la parte alta del muslo. Ahora respirabaaceleradamente; el pelo, sudoroso, se le pegaba a lacabeza.Las manchas de sangre llegaban hasta uno delos difusos senderos abiertos en Los Barrens con elKenduskeag a poca distancia. Allí estaba la otrazapatilla de Patrick, con los cordonesensangrentados.Beverly se aproximó al río con el Bullseyepreparado. Los surcos habían reaparecido, ahoramenos profundos. "Eso es porque perdió laszapatillas", se dijo ella.Caminó por el último recodo del camino y se1446

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