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it-eso-stephen-king

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Eddie lo hizo, inhalando profundamente.Después estornudó.–Has estado grandioso, tío –dijo Richie aStan–.–¡Grandioso!Stan temblaba de pies a cabeza.—Es que no hay ningún pájaro como ése. No lohubo nunca. Ni lo habrá.—¡Aquí estamos! –vociferó Henry, desde atrás.Su voz era completamente demencial: reía yaullaba; parecía algo salido del infierno–. ¡Belch yyo! ¡Ya veréis, mierd<strong>it</strong>as secas! ¡No podéis escapar!—¡V–v–vete, Henry! –gr<strong>it</strong>ó Bill–. ¡A–a–antesde q–q–que sea dem–demasiado ta–ta–tarde!La respuesta de Henry fue un aullido hueco einarticulado. Oyeron un rumor de pasos y, en unmomento de lucidez, Bill comprendió cuál era lamisión de Henry: se trataba de un ser humano real,mortal al que no podrían detener con un inhaladoro un libro sobre pájaros. Con Henry la magia nodaría resultado. Era demasiado estúpido.—Va–Vamos. Te–te–tenemos que alalejarnosde él.Volvieron a avanzar, tomados de la mano. Lacamisa de Eddie, hecha jirones, flameaba detrás deél. La luz fue cobrando potencia; el túnel era cadavez más enorme. A medida que descendía, el techose alejaba hacia arriba. Ahora tenían la sensación,1787

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