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it-eso-stephen-king

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—¡Mis manos! –gr<strong>it</strong>ó–. ¡Mis manos!—¿Qué ... ? –Y entonces Bill vio la sangre quechorreaba lentamente entre los dedosestremecidos de la mujer. Quiso acercarse, perosúb<strong>it</strong>as punzadas de dolor le cruzaron las manos.No era un dolor agudo, sino el que a veces se sienteen una vieja herida cicatrizada.Las antiguas cicatrices de sus palmas, las quehabían reaparecido en Inglaterra, estaban abiertasy sangrando. Miró a un lado y vio que EddieKaspbrak contemplaba estúpidamente sus propiasmanos, también sangrantes. Lo mismo ocurría conMike, Richie y Ben.—Estamos en esto hasta el final, ¿no? –dijoBeverly. Estaba llorando, y ese ruido también seagigantaba en el vacío de la biblioteca. El edificiomismo parecía llorar con ella. Bill pensó que, sidebía escuchar <strong>eso</strong> por mucho tiempo másacabaría por volverse loco–. Que Dios nos ayude:estamos en esto hasta el final.Sollozó y una gota de moco le colgó de la nariz.Se la enjugó con una mano estremecida. Otro pocode sangre cayó al suelo.—¡Rá–rá–rápido! –exclamó Bill y tomó a Eddiede la mano.—¿Qué...?—¡Rápido!Alargó la otra mano. Después de un instante,1554

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