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it-eso-stephen-king

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luciérnagas, que habían llegado temprano a la fértilfiesta del verano, perforaban la oscuridad. Bill sedijo que aún habría niños que jugasen allí, peroellos habían abierto sus propios caminos secretos.Llegaron al claro donde habían hecho la cas<strong>it</strong>adel club, pero ya no había claro alguno. Losmatorrales y ciertos pinos deslucidos lo habíanreclamado para si.—Mirad –susurró Ben.Y cruzó el claro (en la memoria aún estaba allí,simplemente cubierto por otra de esastransparencias). Tiró de algo: era la puerta decaoba que habían encontrado en los bordes delvertedero y que había servido de trampilla para lacas<strong>it</strong>a. Había sido arrojada a un lado, pero parecíano haber sido tocada en diez o doce años. Lasenredaderas se habían atrincherado sólidamenteen su superficie sucia.—Déjala, Ben –murmuró Richie–. Es vieja.—Lléva–llévanos, B–Ben –rep<strong>it</strong>ió Bill, desdeatrás.Todos bajaron al Kenduskeag siguiéndole haciala izquierda del claro que ya no existía. El ruido deagua se hacía cada vez más audible, peroestuvieron a punto de caer al río antes de verlo: elfollaje había formado una muralla enmarañada enel borde del terraplén. El filo de tierra se rompióbajo los talones de Ben. Bill tuvo que sujetarlo porel cuello de la ropa.1737

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