11.07.2015 Views

it-eso-stephen-king

it-eso-stephen-king

it-eso-stephen-king

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

Con el correr del tiempo llegó a resultarmedifícil encontrar tema de conversación con él.Mientras iba hacia el centro me devanaba los s<strong>eso</strong>sen busca de algo que contarle, temiendo elmomento en que ambos nos quedáramos sin nadaque decir. Su agonía me asustaba y me poníafurioso, pero también me avergonzaba; entonces yahora, me parecía que la muerte, para un hombre ouna mujer, debería ser algo rápido. El cáncerestaba haciendo más que matarlo: lo degradaba, loenvilecía.Nunca hablábamos del cáncer, y a veces yopensaba que debíamos tocar el tema, que no habíanada más; entonces quedábamos desconcertados,como los chicos que se encuentran sin asiento en eljuego de las sillas. Yo entraba en una especie defrenesí, tratando de decir algo, ¡cualquier cosa!,con tal de no reconocer <strong>eso</strong> que estaba aniquilandoa mi padre, el que una vez había sujetado a Butchbowers por el pelo para apoyarle el rifle contra elcuello, exigiéndole que lo dejara en paz. Nosveríamos forzados a hablar de <strong>eso</strong> pero, si lohacíamos, yo acabaría llorando. No podríacontenerme. Y a los quince años creo que nada measustaba tanto como la idea de llorar delante de mipadre.Fue durante una de esas pausas interminables,amedrentadoras, cuando volví a preguntarle por el777

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!