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it-eso-stephen-king

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cuadradas en la parte superior, como las de losMueller, sino coronadas por extraños conos queparecían bonetes de cumpleaños. En el veranosiempre había muebles de jardín en el pradolateral: una mesa con una bon<strong>it</strong>a sombrillaamarilla, sillones de mimbre, un columpio decuerda tendido entre dos árboles. En la partetrasera a veces jugaban a criquet. Al pasar, comopor casualidad (como si fuera camino de otraparte), Eddie oía a veces el chasquido de laspelotas, risas y gruñidos, cuando a alguien "se leescapaba" la pelota. Una vez había visto a la propiaGreta con un vaso de limonada en una mano y elpalo de criquet en la otra, delgada y bon<strong>it</strong>a más alláde lo que cualquier poeta habría podido expresar;hasta sus hombros, quemados por el sol, parecíanmaravillosos a Eddie Kaspbrak, quien por entoncestenía nueve años. Iba detrás de su pelota, que sehabía escabullido, y así se puso a la vista de Eddie.Ese día, el chico se enamoró un poqu<strong>it</strong>o de ella;el pelo rubio, brillante, caía hasta los hombros desu falda pantalón, de un azul fresco. Greta miróalrededor y, por un momento, Eddie pensó que lohabía visto. Pero no era así, porque cuando éllevantó la mano en un tímido saludo, ella norespondió a su gesto; se lim<strong>it</strong>ó a enviar su pelotaotra vez hacia el césped trasero y corrió tras ella.Eddie siguió caminando, sin resentimiento por elsaludo no correspondido (estaba convencido deque ella no lo había visto) ni por el hecho de que947

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