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it-eso-stephen-king

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Nadie más rió, al menos por fuera. Eddie se dijoque, si Richie Tozier hubiera estado allí, no habríapodido ev<strong>it</strong>arlo y Belch lo hubiera mandado alhosp<strong>it</strong>al.Belch era igualmente lento como bateador; erafácil ganarle de mano y, si pegaba una, hasta el mástorpe de los "infielders" se le adelantaba sinproblemas. Pero cuando pegaba una, la enviabamuy, muy lejos. Las dos veces que Eddie vio aBelch enviar una pelota por sobre la cerca fuerondos maravillas. La primera nunca fue recobrada,aunque diez o doce chicos la buscaron largamentepor el terraplén que se hundía en Los Barrens.La segunda sí fue recobrada. La pelotapertenecía a otro chico de sexto curso (Eddie norecordaba su nombre, pero los otros le llamaban"Estornudo" porque siempre estaba resfriado) yhabía estado en uso por media primavera y medioverano de 1958. Como resultado, ya no era lacreación esférica casi perfecta, de cuero blando ycostura roja que saliera de la caja; tenía manchasde hierba y varios cortes. Sus costuras empezabana aflojarse en un lado. Eddie, que solía recobrar laspelotas perdidas cuando el asma se lo, perm<strong>it</strong>ía(disfrutando el indiferente "¡Gracias!" con que se larecibían los jugadores) sabía que pronto alguientraería cinta engomada para emparcharla, a fin deque les sirviera por una semana más.Pero antes de que llegara ese día, un muchacho956

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