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it-eso-stephen-king

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voladora, convirtiéndola en pasta. Una lluvia degot<strong>it</strong>as amarillentas cayó sobre el sendero.Beverly retrocedió lentamente, con los ojosdilatados y los labios estremecidos, la cara bañadade un blanco grisáceo, espantada. Mantenía la vistaclavada en la puerta de la nevera por si las demáscosas la olfateaban o percibían su presencia. Perolos parás<strong>it</strong>os se lim<strong>it</strong>aron a arrastrarse lentamente,como moscas de otoño aturdidas por el frío.Por fin giró en redondo y echó a correr.El pánico latía oscuramente en suspensamientos. Llevaba el tirachinas en la manoizquierda y de vez en cuando miraba sobre elhombro. Aún había sangre salpicando el sendero ylas hojas de los matorrales, como si Patrick hubieseavanzado en zigzag al correr.Beverly irrumpió otra vez en la zona de loscoches abandonados. Delante de ella había uncharco de sangre que la tierra pedregosacomenzaba a absorber. El suelo parecía removido,con marcas oscuras trazadas en la blanca superficiepolvorienta. Como si en ese s<strong>it</strong>io hubiese habidolucha. Dos surcos, separados por medio metro, sealejaban de allí.Beverly se detuvo, jadeando. Echó una miradaa su brazo y comprobó, aliviada, que el flujo desangre iba menguando, aunque tenía trazos hastaen la palma de la mano. Empezaba a sentir dolor,una palp<strong>it</strong>ación sorda y pareja, como se siente en la1444

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